Joel decidió arrendar un dpto para su visita de este año. Anoche, en la bienvenida que organizó, hubo agnolottis de espinaca y ricota, cheescake de frambuesa y chocolates "Joel" de postre.
Ocurrieron cosas extrañas.
-Te das cuenta?- dijo Matías, que a sus 19 años dejó la casa paterna y cumplía un mes en la aventura de la independencia. Matías estaba feliz porque su mamá acababa de llamarlo para darle el notición de su vida: será hermano mayor.
-Te das cuenta?, siempre quize tener un hermano, toda la vida lo pedí, y ahora que me fui de la casa mi mamá está esperando guagua!, es increíble!.
Brindamos todos, y en eso estábamos cuando apareció Marcela con su bufanda eterna y sus calcetines morados. "Extraño Valdivia, mi casa era el paraíso", dijo con nostalgia, y luego nos contó una bonita historia de ovejas y abuelitos de campo.
Mariel tenía pena. Lloró camino al aeropuerto, luego lloró mientras abrazaba a Joel en la salida de los vuelos internacionales; también lloró a la vuelta y eso que veníamos contando chistes del obispo de Talca; lloró mientras cocinábamos, mientras comíamos el postre. Ella extraña a su hermano, con quien a los 10 años escaló la Portada de Antofagasta, antes de que prohibieran la práctica por temor a los derrumbes. "Ahora nuevamente se puede subir, con Felipe quedamos de hacerlo este verano otra vez, ahora con nuestro hermano chico que en esa época no estaba ni en los planes."
-Durmamos amarraditos? -dijo Joel, a la hora de la siesta, luego del vino y de decirse cosas que quedan como polaroids en la mente de quien oye las historias aquellas, que luego pasan a ser una especie de recuerdo importado y traído con la misma nostalgia a la propia realidad.